La existencia es paradójica. La
paradoja es su esencia misma. Se manifiesta a través de los opuestos; es un
equilibrio de opuestos. Y quien aprende el equilibrio logra saber lo que es la
vida, lo que es la existencia, lo que es Dios. El secreto está en el
equilibrio. Si Aristóteles hubiera tenido razón, sólo habría hombres y no
habría mujeres, o sólo mujeres y ningún hombre. Si el mundo hubiera sido creado
según Aristóteles, habría sólo luz y no habría oscuridad, o sólo oscuridad y no
luz. Lógico: habría vida o muerte, pero no ambas. Pero la vida no se basa en la
lógica aristotélica, y tiene de ambas.
La vida es posible porque existen
ambos, los opuestos: hombre y mujer, yin y yang, día y noche, nacimiento y
muerte, amor y odio. La vida consiste en ambos. El amor es una especie de
pelea, es una pelea. Sin esta pelea el amor no puede existir. Parece un
contrasentido porque pensamos que los amantes no deberían pelear. Es lógico: si
amas a alguien, ¿cómo puedes pelear con esa persona? Es absolutamente claro y
obvio para el intelecto que los amantes no deberían pelear. Pero lo hacen. Es más,
son enemigos íntimos; pelean constantemente. Es en la pelea misma que se libera
la energía que llamamos amor.
Es cierto que el amor no es sólo
pelea, sólo lucha; es mucho más que eso. Es también pelea, pero el amor la
trasciende y la pelea no logra destruirlo. El amor sobrevive a la pelea pero no
puede existir sin ella. Si no le impones tus conceptos a la vida, si sólo observas
las cosas tal como son, descubrirás de repente que los opuestos son complementarios.
La tensión entre los opuestos es la base misma sobre la cual se construye la
vida; si no fuera así, desaparecería.
Piensa en un mundo en que no
exista la muerte... Te dirás: ‘Entonces la vida existirá eternamente’, pero te
equivocas. Si la muerte no existe, la vida desaparecerá. La vida no puede
existir sin la muerte; la muerte le da a la vida un trasfondo, le da color y riqueza,
le da pasión e intensidad. La muerte, entonces, no se opone a la vida; la muerte
participa en la vida. Si quieres vivir con autenticidad, tienes que aprender a morir
constantemente con autenticidad. Tienes que lograr un equilibrio entre el nacimiento
y la muerte y encontrar el punto intermedio preciso.
Esto nos resulta muy difícil de
comprender porque nuestra mente ha sido educada con conceptos que no se aplican
a la vida real. Piensas que una vez que has logrado la meditación ya no
necesitarás nada más y dominarás la meditación. Te equivocas. La meditación no
es nada estático. Es un equilibrio. Tendrás que lograrla una y otra vez. Serás
cada vez más capaz de lograrla, pero no es algo que permanezca para siempre, no
es una pertenencia en tus manos. Hay que conquistarla a cada momento, y sólo entonces
será tuya.
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