EL AMOR ES EXISTENCIAL; el temor no es más que la ausencia de amor.
Y el problema que plantea cualquier ausencia es que no puedes actuar en ella
directamente. El temor es como la oscuridad. ¿Qué puedes hacer directamente
contra la oscuridad? No puedes alejarla, no puedes eliminarla, no puedes
crearla. No hay manera de relacionarse con la oscuridad sin que entre en juego
la luz. El camino a la oscuridad pasa por la luz. Si quieres oscuridad, apaga
la luz; si no quieres oscuridad, enciende la luz. Pero lo que hagas tendrá que
ver con la luz, no con la oscuridad.
Lo mismo ocurre con el amor y el
temor: el amor es luz; el temor es oscuridad. La persona que se obsesiona con
el miedo nunca será capaz de resolver el problema. Es como luchar con la
oscuridad; terminarás agotándote tarde o temprano, y acabarás cansado,
derrotado. Pero lo asombroso es ¡que has sido derrotado por algo que no estaba
ahí! Y una vez que te derrotan, sientes lo poderosa que es la oscuridad, lo
poderoso que es el miedo, lo poderosa que es la ignorancia, lo poderoso que es
el inconsciente. Sin embargo, no son en absoluto poderosos, porque no existen.
Nunca luches con lo no
existencial. Ahí es donde se equivocaron todas las antiguas religiones. Una vez
que empiezas a luchar contra lo no existencial, estás condenado al fracaso. Tu
pequeño río de conciencia se perderá en el mar no existencial, y este es
infinito. No conviertas el temor en un problema. La cuestión es el amor. Se
puede hacer algo sobre el amor, inmediatamente; no hace falta esperar ni posponer
nada. ¡Empieza a amar! Es un don natural de la existencia, o de Dios, o de la
totalidad, como prefieras. Si has sido educado en la religión provendrá de
Dios; si no has sido educado en la religión, provendrá de la totalidad, del
universo, de la existencia.
Recuerda: el amor nace contigo;
es una cualidad intrínseca. Lo único que necesitas es abrirle camino; dejarle
paso, permitir que fluya, que ocurra. Todos nosotros lo bloqueamos, lo contenemos.
Somos realmente tacaños con el amor, por la sencilla razón de que nos han
inculcado el sentido del ahorro. Está muy bien tener este sentido del ahorro en
lo referente al mundo exterior; si solo tienes una determinada cantidad de
dinero y no haces más que repartirlo, pronto te convertirás en un mendigo. Si
das dinero, lo perderás. Este sentido del ahorro, este concepto matemático se te
ha metido en la sangre, en los huesos, en la médula.
Es verdad en lo que se refiere al
mundo exterior, y no tiene nada de malo, pero no es verdad en el viaje
interior. En él se aplica un tipo de matemáticas totalmente distinto: cuanto
más das, más tienes; cuanto menos das, menos tienes. Si no das nada, perderás
tus cualidades naturales. Se quedarán estancadas, cerradas; quedarán
soterradas. Al no encontrar ningún medio de expresión se reducirán y morirán. Es
como un músico: si toca la guitarra o la flauta, cada vez le llegará más música.
Al tocar la flauta no pierde la música; al contrario, está ganando.
Es como un bailarín: cuanto más
baile, más habilidoso será. Es como la pintura: cuanto más pintes, mejores
cuadros crearás. Un día, mientras Picasso estaba pintando, apareció un crítico
amigo suyo que le interrumpió para decirle: “Hace tiempo que me ronda una duda
y ya no puedo esperar más, necesito aclararla. Me gustaría saber una cosa: tú
has pintado cientos de cuadros, ¿cuál es el mejor?”. Picasso le contestó: “Este
que estoy pintando ahora mismo”.
El crítico inquirió: “¿Este? Y
¿qué me dices de los que has pintado antes?”. Picasso le contestó: “Todos ellos
están contenidos en éste. Y el próximo que haga será incluso mejor, porque
cuanto más pintas más habilidad tienes, mayor es tu arte”. Lo mismo ocurre con
el amor, lo mismo ocurre con la alegría, ¡compártelas! Al principio llegará con
cuentagotas, porque tu avaricia existe desde hace mucho tiempo, es muy antigua.
Pero una vez que hayas compartido unas gotas de amor, pronto serás capaz de
compartir todo el flujo oceánico de tu ser, y es infinito. Una vez que hayas
conocido las matemáticas supremas de dar y recibir, descubrirás que solo con
dar, recibes. No es que te devuelvan algo; al dar te vuelves más rico. Después,
el amor comienza a extenderse, a irradiar.
Y un día te sorprenderás. ¿Dónde
está el temor? Aunque quieras encontrarlo, no serás capaz de hacerlo. El amor
no es una relación. El amor se relaciona, pero no es una relación. La relación
es algo acabado. La relación es un nombre; ha llegado el punto y final, ha
terminado la luna de miel. Ya no hay alegría, ya no hay entusiasmo, todo ha
terminado. Puedes continuar esa relación, solo para cumplir tus promesas.
Puedes continuar con ella porque es cómodo, conveniente, confortable. Puedes
continuar con ella porque no puedes hacer otra cosa. Puedes continuar con ella
porque si la terminas, te creará muchos problemas.
Una relación significa algo
completo, terminado, cerrado. El amor no es nunca una relación; el amor es
relacionarse. Es siempre un río, fluyendo, interminable. El amor desconoce el
punto y final; la luna de miel comienza pero nunca termina. No es como una
novela, que empieza en un punto determinado y termina en otro punto determinado.
Es un fenómeno que está ocurriendo continuamente. Los amantes terminan; el amor
continúa. Es un continuum. Es un verbo, no es un nombre. ¿Por qué reducimos la
belleza de relacionarse a una relación? ¿Por qué tenemos tanta prisa? Porque
relacionarse es algo inseguro, y la relación es una seguridad; la relación
tiene una certeza.
Relacionarse no es más que el
encuentro de dos extraños, puede que únicamente paséis juntos una noche y por
la mañana os digáis adiós. ¿Quién sabe lo que va a ocurrir mañana? Sin embargo,
nos da tanto miedo que queremos convertirlo en una certeza, queremos que sea
predecible. Nos gustaría que el mañana se ajustara a nuestras ideas; no le damos
libertad para que exprese su opinión. Así que inmediatamente lo reducimos todo
a un nombre. En cuanto te enamoras de una mujer o de un hombre empiezas a
pensar en casarte, en establecer un contrato legal. ¿Por qué? ¿Por qué surge la
ley en el amor? La ley surge en el amor porque no hay amor.
No es más que una fantasía, y tú
eres consciente de que la fantasía desaparecerá. Antes de que desaparezca,
asiéntate. Antes de que desaparezca, haz algo para que sea imposible separarse.
En un mundo mejor, en el que haya más personas meditativas, en el que haya un
poco más de iluminación, la gente amará, amará muchísimo, pero su amor seguirá
siendo relacionarse, no una relación. No estoy diciendo que su amor vaya a ser
solo momentáneo. Es muy probable que su amor profundice más que tu amor, que
posea una cualidad de intimidad mayor, que tenga algo de poesía y algo de
divinidad.
Es muy probable que su amor dure
más de lo que puedan durar nunca tus denominadas “relaciones”, Pero no estará garantizado
por la ley, por los juzgados, por un policía. La garantía será interior. Será
un compromiso del corazón, será una comunión silenciosa. Si disfrutas estando
con alguien, te gustaría disfrutarlo cada vez más. Si disfrutas de la
intimidad, te gustaría explorar cada vez más esa intimidad. Hay algunas flores
de amor que solo florecen después de una larga intimidad. También hay flores de
temporada; durante seis semanas viven bajo el sol, pero al cabo de seis semanas
vuelven a desaparecer.
Hay flores que tardan muchos años
en florecer, pero cuando lo hacen continúan floreciendo durante muchos años.
Cuanto más tarde en producirse, más profundo será el florecimiento. Pero tiene
que existir un compromiso de corazón a corazón. Ni siquiera tiene que
verbalizarse, porque verbalizarlo es profanarlo. Tiene que ser un compromiso
silencioso: de mirada a mirada, de corazón a corazón, de ser a ser. Hay que entenderlo,
no pronunciarlo. Es horrible ver cómo la gente va a la iglesia o al juzgado a
casarse. Es horrible, es inhumano. Lo único que demuestra es que no pueden
confiar en ellos mismos, confían en las autoridades más que en su voz interior.
Eso demuestra que al no poder
confiar en su amor, confían en la ley. Olvídate de las relaciones y aprende a
relacionarte. Cuando mantienes una relación empiezas a dar por descontado a la
otra persona. Eso es lo que destruye todas las relaciones amorosas. La mujer
piensa que conoce al hombre, el hombre piensa que conoce a la mujer. ¡Nadie se
conoce! Es imposible conocer a la otra persona, el otro sigue siendo un
misterio. Y dar al otro por descontado es insultante, es una falta de respeto.
Pensar que conoces a tu pareja es
ser muy desagradecido. ¿Cómo puedes conocer a una mujer? ¿Cómo puedes conocer a
un hombre? Son procesos, no son cosas. Esa mujer a la que conociste ayer ya no
está allí hoy. Ha discurrido demasiada agua por el Ganges; es otra persona,
totalmente diferente. Relaciónate de nuevo, empieza de nuevo, no la des por
descontado. Vuelve a contemplar por la mañana el rostro del hombre con el que dormiste
anoche. Ya no es la misma persona, ha cambiado mucho. ¡Ha cambiado mucho,
muchísimo! Esa es la diferencia entre una cosa y una persona. Los muebles de la
habitación son los mismos, pero el hombre y la mujer, ya no son los mismos.
Explora de nuevo, empieza de nuevo.
Eso es lo que quiero decir con
relacionarse. Relacionarse significa que siempre estás empezando, siempre estás
intentando familiarizarte. Una y otra vez, te estás presentado a la otra persona.
Estás intentando ver las muchas facetas de su personalidad. Estás intentando
penetrar cada vez más profundamente en su reino de sentimientos interiores, en
los profundos recovecos de su ser. Estás intentando aclarar el misterio que no
puede ser aclarado. En eso consiste la dicha del amor: en la exploración de la
conciencia. Si te relacionas, en vez de reducirlo a una relación, el otro se
convertirá en un espejo para ti.
Al explorar a la otra persona,
sin darte cuenta, también te estarás explorando a ti mismo. Al profundizar en
la otra persona, al conocer sus sentimientos, sus pensamientos, aquello que le
conmueve más profundamente, conocerás también aquello que te conmueve más profundamente
a ti. Cada uno de los amantes se convierte en un espejo para el otro, y el amor
se convierte en una meditación. La relación es algo horrible; relacionarse es
maravilloso. En la relación dos personas se vuelven ciegas la una para la otra.
Piensa en cuánto hace que no miras a tu pareja a los ojos.
¿Hace cuánto que no miras a tu
pareja? ¡Quizá años! ¿Quién mira a su propia mujer? Has dado por hecho que la
conoces. ¿Qué más tendrías que ver en ella? Te interesan más los extraños que
la gente que conoces, ya que conoces toda la topografía de su cuerpo, sabes
cómo responde, sabes que todo lo que ha ocurrido volverá a ocurrir una y otra
vez. Es un círculo vicioso. Pero no lo es; en realidad no lo es. Nada se repite;
todo es nuevo cada día. Lo único que ocurre es que tus ojos envejecen, tus
suposiciones envejecen, tu espejo acumula polvo y al final eres incapaz de reflejar
a la otra persona.
Por eso hablo de relacionarse.
Cuando digo relacionarse, me refiero a estar continuamente de luna de miel. Seguid
buscándoos e investigándoos el uno al otro, seguid descubriendo nuevas maneras
de amaros. Cada persona es un misterio tan infinito, tan inagotable, tan
insondable, que nunca podrás decir: “Ya la conozco” o “Ya lo conozco”. A lo
sumo, podrás decir: “He hecho todo lo posible, pero el misterio sigue siendo un
misterio”. De hecho, cuanto más conoces a la otra persona, más misteriosa se vuelve.
Entonces, el amor es una aventura constante.
0 comentarios:
Publicar un comentario