-AUM-
Meditación
Es la constante contemplación de Eso.
Hay
algunos aspectos que considerar antes de que nos adentremos en lo
desconocido. Lo desconocido es el
mensaje de los Upanishads. Lo básico,
lo fundamental, siempre permanece desconocido; aquello que se conoce es siempre
superficial. Por eso hay algunos puntos
que debemos de comprender antes de profundizar en los dominios de lo
desconocido. Esas tres palabras, lo
conocido, lo desconocido y lo incognoscible, deben ser entendidas antes, porque
los Upanishads se ocupan de lo desconocido sólo como
comienzo. Desembocan en lo
incognoscible. Lo conocido pertenece a
los dominios de la ciencia, lo desconocido es filosofía
y lo incognoscible pertenece a la religión.
La
filosofía es el nexo entre lo conocido
y lo desconocido, entre la ciencia y la religión. La filosofía se
ocupa exclusivamente de lo desconocido.
En el momento en que algo se vuelve conocido, pasa a formar parte de la
ciencia; deja de pertenecer al ámbito de la filosofía. Por eso cuanto más
avanza la ciencia, más es arrinconada la filosofía. El campo que pasa a ser conocido se torna
ciencia, y la filosofía es el puente entre ciencia y
religión. A medida que la ciencia progresa, la filosofía
es desplazada, porque sólo puede ocuparse de lo
desconocido. Pero cuanto más
avanza la filosofía, tanto más
es desplazada la religión, porque la religión
se ocupa fundamentalmente de lo incognoscible.
Los
Upanishads comienzan con lo desconocido; desembocan en lo incognoscible. De ahí nace toda mal interpretación. El profesor Ranade ha escrito un profundo
tratado sobre la filosofía de los Upanishads, pero es sólo
un principio. No puede penetrar los
hondos valles de los misterios de los Upanishads porque permanece en el ámbito
filosófico. Los Upanishads comienzan con filosofía,
pero es tan sólo un comienzo. Acaban en la
religión, en lo incognoscible. Y
cuando digo “incognoscible”, quiero referirme a lo que no
puede ser conocido.
Sea
cual sea el esfuerzo que hagamos, de cualquier forma que lo intentemos, en el
instante en que conocemos algo, se vuelve parte de la ciencia. En el momento en que lo sentimos como
desconocido, es parte de la filosofía. En el momento en que nos encontramos con lo
incognoscible, sólo entonces es religión. Cuando digo incognoscible me refiero a
aquello que no puede ser conocido, pero que sí puede
ser “encontrado”, que puede ser vivido, que
puede ser sentido. Puedes hallarte
frente a frente con ello. Puede ser “encontrado”
pero aún así
permanece incognoscible. Sólo
podemos percibir esto: que nos hallamos sumidos en un profundo misterio que no
puede ser resuelto. Por esto, antes de
penetrar en este misterio, debemos de comprender algunas cosas; si no, no habrá
cómo
penetrarlo.
La
primera: ¿cómo escuchar? Porque hay
distintas dimensiones del oír. Puedes escuchar desde tu intelecto, con tu
razón. ¿Mmm? Este es el modo más
corriente de escuchar algo, el más común,
el más ordinario y el más
superficial. Porque con la razón
siempre estás en posición
de defensa o en posición de ataque. Desde la razón
siempre estás luchando, así
que cuando alguien comprende algo desde la razón, está
peleando con ello. Cómo
máximo,
se puede dar una muy rudimentaria comprensión, es
posible una ligera percepción. El significado más
profundo está condenado a pasar
desapercibido porque el significado más profundo requiere escuchar
desde el sentimiento.
La
razón nunca puede escuchar con
compasión. Escucha desde un fondo argumentativo. No puede nunca escuchar con amor; eso es
imposible. Por eso escuchar mediante la
razón es adecuado si intentas
entender matemáticas, si tratas de comprender
lógica,
si tratas de entender cualquier sistema que sea totalmente racional.
Si
escuchas poesía desde la razón,
no verás nada. Es como si uno intenta oír
con los ojos o ver con los oídos. No puedes comprender la poesía
utilizando la razón. Hay una comprensión
más
profunda, un segundo tipo de comprensión, que funciona, no a través
de la razón, sino del amor, mediante el
sufrimiento, mediante la emoción, a través
del corazón.
La
razón siempre está
en conflicto; la razón no permite que nada entre fácilmente. La razón debe ser vencida, sólo
entonces algo puede penetrar. Es una
armadura alrededor de la mente, es un método de defensa, una media
defensiva. Se mantiene alerta en todo
instante para que nada pueda pasar sin que se dé
cuenta. Y nada puede pasar, a menos de
que la razón sea vencida. E incluso cuando la razón
es vencida, el asunto no va directamente al corazón,
porque en la derrota no puedes situarte en el sentir.
La
segunda dimensión del escuchar es a través
del corazón, mediante el
sentimiento. Uno escucha música;
no se requiere entonces de análisis alguno. Desde luego, si eres un crítico,
no serás capaz de comprender la música. Puede que entiendas las matemáticas,
la métrica, el lenguaje, todo sobre
música,
pero no la música en sí,
porque la música no puede ser
analizada. Es un todo. Es una totalidad. Si te demoras un solo instante analizándola,
ya has perdido mucho. Es una totalidad
que fluye. Desde luego, la música
sobre el papel puede ser analizada, pero nunca la música
real cuando está ahí,
sonando. No puedes permanecer distante,
no puedes ser un observador. Tienes que
ser partícipe. Si participas, sólo
entonces comprendes.
Y
así
ocurre con el sentir. El modo de
entender es mediante la participación. No puedes ser un observador, no puedes
permanecer afuera. No puedes hacer de la
música
un objeto. Tienes que fluir con ella,
tienes que estar profundamente enamorado de ella. Habrá momentos en que no estés
allí y sólo
la música esté. Esos serán los picos; esos instantes serán
los instantes de música. Entonces algo penetra tu ser más
profundo. Es un modo de escuchar más
profundo, pero aún así
no es el más profundo.
El
primer modo utiliza la razón, es racional. El segundo es a través
del sentimiento, es emocional. El
tercero es a través del ser, es existencia. Cuando escuchas con la razón,
escuchas a través de una parte de tu ser. Y de nuevo, cuando escuchas a través
del sentimiento, lo estás haciendo a través
de una parte de tu ser. El tercero, el más
profundo, la dimensión de escuchar más
profunda, es a través de tu totalidad -cuerpo, mente y espíritu- como un todo, como una
unidad. Si entiendes este tercer modo de
escuchar, sólo entonces serás
capaz de penetrar los misterios de los Upanishads.
El
nombre tradicional de este tercer modo de escuchar es “fe”. Así que podemos hacer esta
clasificación: mediante la razón
el método es la duda; mediante el
sentimiento el método es el amor; mediante el
ser el método es la fe, la confianza,
porque si vamos a penetrar en lo desconocido, ¿cómo
puedes dudar? Puedes dudar sobre lo
conocido, pero de aquello que es absolutamente desconocido, ¿cómo
puedes dudar?
La
duda solamente es válida si se ocupa de lo
conocido. Con lo desconocido la duda es
imposible. ¿Cómo
puedes amar lo desconocido? Puedes amar
lo conocido. No puedes amar lo
desconocido, no puedes crear una relación con lo que no conoces. La relación es
imposible. No puedes relacionarte con ello.
Puedes disolverte en ello, esto es algo distinto, pero no puedes
relacionarte con ello. Y el entregarse
no es una relación. No es en absoluto una relación. Es simplemente disolver la dualidad. Con
la razón la dualidad permanece: estás
en conflicto con el otro. Con el amor la
dualidad permanece: estás en una relación
de afecto con el otro. Con el ser, la
dualidad se disuelve: no estás ni en conflicto ni enamorado,
no estás relacionado de ninguna
forma. Este tercer modo es conocido
tradicionalmente como fe, confianza, shraddha.
En todo lo concerniente a lo desconocido, la fe es la llave.
Si
alguien dice, “¿Cómo puedo creer?”,
se confunda, se equivoca radicalmente.
Puedes creer, puedes no creer.
Puedes creer si tienes argumentos para creer; puedes no creer si tienes
argumentos para no creer. El creer nunca
es más profundo que la razón. Por eso los ateos, los creyentes, los no
creyentes, todos pertenecen a la dimensión más
superficial. La fe no es creer, porque
para lo desconocido no hay razón ni a favor ni en contra. No puedes ni creer ni dejar de creer.
Por
lo tanto, ¿qué hay que hacer? O bien puedes estar abierto o bien puedes
estar cerrado a ello. No es una cuestión
de creer o de dejar de creer. Es una
cuestión de estar abierto o estar
cerrado. Si confías,
estás abierto. Si desconfías, estás
cerrado. Esto es sólo
una llave. Si deseas abrirte a lo
desconocido, tienes que confiar profundamente, tener fe. Si no deseas estar abierto, puedes permanecer
cerrado, pero en este caso nadie se lo pierde excepto tú,
nadie está perdido excepto tú. Permaneces cerrado como una semilla. Y lo digo con conocimiento.
Una
semilla tiene que abrirse, tiene que morir, sólo
entonces nace el árbol. Pero la semilla nunca ha conocido el árbol. La muerte de la semilla puede ocurrir únicamente
con fe. El árbol
es desconocido y la semilla nunca encontrará el árbol. La semilla puede permanecer cerrada por el
miedo, el miedo a la muerte. De esta
forma la semilla permanecerá como semilla y finalmente
perecerá, pero sin renacer. Pero si la semilla puede morir teniendo fe en
que lo desconocido puede surgir de su muerte, sólo
entonces se abrirá. En cierto modo muere, en cierto modo renace,
renace para sumirse en mayores misterios, renace para sumirse en mayores
misterios, renace a una vida más rica. Lo mismo ocurre con la fe. Por eso no es una creencia; nunca lo
confundas con una creencia. No es
sentimiento. Es más
profundo que ambos: es tu totalidad.
¿Cómo
escuchar pues con la totalidad? Ni con
la razón funcionando
argumentativamente, ni con el sentimiento funcionando compasivamente, sino con
la totalidad del ser. ¿Cómo
puede funcionar la totalidad? Debido a
que conocemos tan sólo el funcionamiento de las
partes, desconocemos cómo funciona la totalidad. Conocemos tan sólo las
partes: esta parte funciona, esa otra funciona, el intelecto que trabaja, el
corazón funcionando, las piernas que
se mueven, los ojos que ven. Sabemos sólo
de las partes cuando funcionan.
¿Cómo funciona la totalidad? La totalidad funciona únicamente
en una profunda pasividad. Nada es
activo, todo permanece silencioso. No
haces nada. Estás
tan sólo ahí,
sólo
una presencia. Y la puerta se abre. Sólo entonces podrás
entender el mensaje de los Upanishads. Se requiere exclusivamente tu presencia; sin que hagas nada de tu parte,
sin que funciones. Esto es lo que
significa que la totalidad funcione: sólo tu presencia.
Voy
a aclararlo un poco, voy a aclarar lo que quiero decir con “sólo
estar presente”. Si estás
enamorado de alguien, hay momentos en los que no estás
haciendo nada. Estás
sólo
junto a tu amor o a tu amante: tan sólo allí,
en silencio absoluto; no os estáis ni amando; tan sólo
estáis presentes. Y un fenómeno muy extraño
ocurre. Comúnmente, nuestra existencia es
lineal. Existimos en una línea,
en una secuencia: mi pasado, mi presente y mi futuro. Esta es la línea. Yo voy por mi camino, tú
por el tuyo.
Cada
uno tiene caminos, pistas. Yo voy por la
mía,
tú
por la tuya. En realidad nunca nos
encontramos. Somos líneas
paralelas, sin puntos de encuentro.
Aunque estemos apretujados no nos encontramos porque tú
vas por tu camino y yo por el mío; tú
perteneces a tu pasado, yo pertenezco a mi pasado; mi presente nace de mi
pasado, tu presente nace de tu pasado.
Tu futuro será una consecuencia de tu pasado
y de tu presente, y el mío de los míos.
Así
que nos movemos por pistas, caminos lineales, pistas de un solo carril. No hay encuentro. Sólo los amantes se encuentran
porque, de repente, cuando estás simplemente presente ante
alguien, surge una clase de tiempo diferente.
Ambos os encontráis en un solo instante, y ese
instante no pertenece ni a ti ni a tu amado.
Es algo nuevo. Ni proviene de tu
pasado ni del pasado de tu amante.
El
tiempo se mueve en una dimensión diferente. No es lineal, no va del pasado al futuro,
sino de un presente a otro presente. Hay
un encuentro entre dos instantes presentes, una dimensión
distinta. Esta dimensión
es conocida como la dimensión de la eternidad, por eso los
amantes dicen que un instante de amor es la eternidad en sí
misma. Nunca acaba. No tiene futuro, no tiene pasado. Es sólo presente, aquí
y ahora.
Esto
es lo que quiero decir cuando sigo que si puedes escudarme, no desde tu pasado,
ni desde tu futuro, sino con una totalidad tal que en el momento presente sólo
tu presencia permanezca, si puedes escuchar en silencio, pasivamente; si puedes
estar presente; entonces se abre una nueva dimensión. Y el mensaje de los Upanishads puede penetrar
sólo
en esta dimensión.
Esto
es lo que quiero expresar cuando digo que el mensaje de los Upanishads es
eterno. No quiere decir permanente. Sólo indica una dimensión
de tiempo distinta en la cual no hay ni futuro: en tu tiempo interior. Y con este cambio interior, las palabras
comienzan a tomar una forma distinta y un nuevo significado nace de ellas.
Usamos
expresiones similares. Todos usamos las
mismas palabras, pero con una mente distinta las palabras tienen distinto
significado. Por ejemplo, un doctor le
pide a un paciente, “¿Cómo se encuentra?”,
y un amante le pide a su amado, “¿Cómo te
encuentras?”, y en un encuentro ocasional en la calle, le
pides a alguien, “¿Cómo se encuentra?”. Las palabras son las mismas, pero, ¿es
el mismo su significado? Cuando un
doctor le pide a un paciente, “¿Cómo se encuentra?”
¿Quiere expresar lo mismo que un amante al
preguntarle a su amado? “¿Cómo te
encuentras?”Tienen un significado distinto.
Los
Upanishads no pueden ser entendidos de un modo corriente. Por eso es por lo que los eruditos no los
captan, los lingüistas no los captan, los
pundits no los captan. Ellos trabajan
desde el lenguaje, con la gramática, con lo que consideran
adecuado, pero aún así
no los captan. ¿Por qué
no los captan? No los captan porque su
tiempo interior es lineal. Trabajan con
su intelecto, no con su ser. En verdad,
están trabajando sobre el
Upanishads, no están permitiendo al Upanishads que
trabaje sobre ellos. Esto es lo que
quiero expresar cuando digo “sólo estar presente”: entonces el
Upanishad puede trabajar sobre ti, y en ese trabajo puede surgir la
transformación. Eso puede transportarte a diferentes planos
de existencia.
Por
eso lo primero que debes recordar es escuchar solamente con tu presencia. Absorbe a través de tu
fe y de tu confianza ¡bébelo! No luches con la razón,
no sientas con el sentimiento. Sé
simplemente uno con tu ser. Esta es la
llave, lo primero.
En
segundo lugar los Upanishads usan palabras, tienen que usarlas, pero
representan el silencio. Hablan sin
parar, pero hablan desde el silencio. El
esfuerzo es absurdo, paradójico, contradictorio,
inconsciente, pero así es como es posible, es el único
sistema. Incluso si yo quiero dirigirte
hacia el silencio, debo utilizar palabras.
Ellos usan palabras, pero están absolutamente en contra de
las palabras y del lenguaje; no los apoyan.
Esto debe ser recordado en todo momento, pues en caso contrario es muy fácil
perderse entre las palabras.
Las
palabras tienen su propia magia, su propio magnetismo. Y cada palabra crea una secuencia
propia. Los novelistas lo saben, los
poetas lo saben. Dicen que a veces tan sólo
comienzan su novela. Cuando la acaban,
no pueden afirmar que la han acabado. En
realidad, las palabras poseen su propia secuencia. Empiezan a estar vivas por sí
mismas, y así siguen solas.
Tolstoi
ha dicho en alguna parte. “Yo empiezo,
pero nunca acabo, y a veces mis propios personajes dicen cosas que nunca
hubiera querido que dijeran”. Empiezan a
tener vida propia y a seguir sus propios caminos. Se liberan del autor, del novelista, del
poeta. Se liberan como un niño
se libera de sus padres. Tienen su
propia vida.
Por
eso las palabras tienen su propia lógica. Emplea una palabra, y ya has comenzado. Y la palabra creará
muchas otras cosas. La misma palabra
creará muchas otras cosas, y uno
puede perderse. Pero los Upanishads no
están a favor de las palabras. Por eso las usan tan poco como les es
posible. Su mensaje es tan telegráfico
que ni una sola palabra es usada innecesariamente. Los Upanishads son los tratados más
cortos; ni una sola palabra es utilizada innecesariamente porque las palabras
pueden crear secuencias hipnóticas. Pero las palabras han de usarse; por eso ten
cuidado de no perderte en ellas.
El
significado es un asunto distinto. Y más
que significado sería adecuado utilizar la expresión
“lo que indican”. Los Upanishads usan las palabras como signos,
como símbolos, como indicaciones. Usan las palabras para “mostrar”
algo, no para decir algo. Puedes decir
algo con tus palabras, puedes señalar algo con tus
palabras. Cuando señalas
algo, cuando indicas algo, la palabra ha de ser trascendida, se ha de
olvidar. Si no, las palabras quedan y
distorsionan la percepción global.
Utilizaremos
palabras, pero con cautela: recuerda que no sólo
expresan algo, sino que son indicaciones.
Las palabras se han usado simbólicamente: como un dedo señalando
la luna. El dedo no es la luna, pero uno
puede colgarse del dedo y decir: “Mi profesor me lo enseñó. ¡Esta es la luna!”. El dedo no es la luna, pero puede ser
empleado para señalar. La palabra no es nunca la Verdad, pero las palabras
pueden ser empleadas para indicar.
Recuerda siempre que el dedo debe ser olvidado. Si el dedo se vuelve más
importante y significativo que la luna, todo se pervertirá.
Recuerda
este segundo punto: las palabras son sólo indicadores de algo que no
puede ser expresado con palabras, de algo silencioso, de algo más
allá, de algo que las trasciende.
Este
olvidar que las palabras no son realidades ha causado mucha confusión. Existen miles y miles de comentarios, pero
todos se ocupan de las palabras, no de la realidad sin palabras. Siguen discutiendo. Durante siglos, milenios, los pundits han
estado discutiendo lo que significa esta u esta otra palabra y han creado una
extensa literatura. ¡Demasiado buscar el
significado, y lo que se obtiene no tiene sentido! Se han equivocado por completo. Las palabras nunca fueron realidades, sólo
indicadores de algo totalmente distinto de las palabras.
Tercero:
No voy a comentar los Upanishads, porque un comentario sólo
puede ser hecho desde el intelecto. Más
bien voy a responder, no a comentar.
Responder es algo distinto, enteramente distinto. Silbas en un valle o cantas una canción
o tocas la flauta de bambú, y el valle se hace eco, eco,
eco. El valle no comenta, el valle
responde.
Una
respuesta es algo con vida; un comentario es algo vinculado a lo muerto. Una respuesta significa que los Upanishads
podrán ser leídos
ahí. No los voy a comentar, me volveré
un valle y lanzaré su eco. Será difícil
de comprender, porque aunque el eco sea auténtico
puede que no percibas el mismo sonido original.
Puede que no seas capaz de descubrir la relevancia, porque cuando un
valle responde, cuando se hace eco, el eco no es sólo
algo pasivo, es creativo. El valle añade
mucho. La naturaleza del valle añade
mucho. Un valle distinto resonará
de forma distinta. Así
es como deberían ser las cosas. Por eso cuando digo algo, no significa que
todo el mundo lo interprete del mismo modo.
Así es como mi valle devuelve el
eco.
Me
acuerdo de unas líneas de Stevens. Parecen un poema zen: “Veinte
hombres cruzando un puente hacia un pueblo, son veinte hombres cruzando veinte
puentes hacia veinte pueblos”. Cuando
leo algo, mi valle devuelve el eco de cierta forma; no es pasivo. En ese eco yo estoy también
presente. Cuando tu valle devuelva el
eco, lo hará de modo distinto. Cuando digo “una respuesta viva”,
me refiero a esto.
A
veces puedo parecer del todo irrelevante, porque el valle le dará
una forma, un color propio. Es
natural. Por eso mantengo que los
comentarios son criminales; sólo las respuestas deberían
de figurar, no los comentarios, porque el comentador empieza a sentir que, diga
lo que diga, está en lo cierto. Un comentador comienza a sentir que los demás
comentaristas se equivocan, y empieza con un deber autoimpuesto de criticar a
los demás comentaristas, porque siente
que su comentario puede ser adecuado sólo en caso que los comentarios
de los demás sean erróneos.
Pero
este no es el caso con una respuesta.
Son posibles múltiples respuestas, y toda
respuesta es correcta si es auténtica. Si proviene de tus adentros, es
correcta. No hay un criterio externo de
lo que está bien o está
mal. Si algo surge del interior de uno,
si te vuelves uno con ello, si vibra con todo tu ser, entonces es
correcto. En caso contrario, por muy lógico
y filosófico que pueda parecer, es erróneo.
Esto
va a ser una respuesta. Y cuando digo
“respuesta” me refiero a que será más
parecido a la poesía que a la filosofía. No será un sistema. No puedes crear un sistema basado en
respuestas. Las respuestas son atómicas,
fragmentarias. Poseen una unidad
interna, pero encontrar esa unidad interna no es tan fácil. La unidad es como un continente y una isla:
entre ambos existe una unidad, pero en las profundidades; en lo más
profundo del mar, la tierra es una.
Si
se comprende esto, ningún hombre es una isla. En lo más hondo, las cosas son una;
cuanto más profundo te sumerges, más
alcanzas la unidad. Por eso si una
respuesta es auténtica, cualquier respuesta,
incluso la respuesta opuesta que aparenta ser absolutamente contradictoria, no
puede ser diferente. En lo más
hondo existe una unidad.
Pero
uno debe de profundizar, y los comentarios son algo superficial. Por eso no voy a proporcionarte comentario
alguno: no diré que es lo que expresan los
Upanishads. Diré
únicamente
lo que este Upanishads significa en mí. No puedo reclamar ninguna autoridad, y los
que la reclaman son auténticamente inmorales. Nadie puede asegurar lo que este Upanishad
significa. Lo único
que puede decirse es lo que este Upanishad significa en mí:
como devuelvo su eco.
Esta
respuesta puede crear una posibilidad de respuesta en ti si tú
permaneces simplemente presente. En este
caso, todo lo que diga hallará eco en ti. Y entonces, sólo tú
serás capaz de entenderlo. Sé como un valle, déjate
ir, de modo que seas capaz de reverberar el eco libremente. Preocúpate de ser tú
mismo un valle en vez de preocuparte por los textos del Upanishad, o de lo que
estoy diciendo.
Ocúpate
de ser tú mismo un valle, y todo lo demás
vendrá por sí
mismo. No se requiere tensión
alguna, no se requiere ningún esfuerzo sostenido para
entenderme. Eso puede convertirse en una
barrera. Tan sólo
relájate, vuélvete
silencioso, pasivo, y deja que, suceda lo que suceda, halle eco en ti. Esas vibraciones te transportarán
a una perspectiva diferente, a una visión distinta.
Por
último,
yo no soy un hindú, ni soy un musulmán,
ni un cristiano; soy un vagabundo sin hogar.
Aparentemente no pertenezco a la tradición de los
Upanishads, por tanto no tengo porqué defenderlos. Cuando un hindú los
comenta, o cuando reflexiona sobre los Upanishads, tiene intereses
particulares; cuando un musulmán escribe sobre los Upanishads,
tiene anti-intereses; en ambos casos no pueden ser veraces y auténticos. Si uno es hindú, no
puede ser veras con respecto a los Upanishads; si uno es musulmán
no puede ser veraz con respecto a los Upanishads. Ambos están
condenados a mentir. Pero el engaño
es tan sutil que uno puede que ni se dé cuenta.
El
hombre es el único animal que puede mentirse
a sí mismo y vivir en el engaño. Si eres un hindú y
reflexionas sobre los Upanishads, o si eres un musulmán
y reflexionas sobre el Corán, o eres un cristiano que
reflexiona sobre el Nuevo Testamento, nunca serás
consciente de que no puedes ser veraz.
El que seas cristiano es la barrera.
¡No puedes ser veraz! Uno no debe pertenecer a nada: sólo
entonces la respuesta es auténtica. El ser miembro de algo distorsiona, pervierte
la mente, distrae y proyecta cosas que no son, o niega cosas que sí
son.
De
modo que para mí, eso no constituye un
problema, y para ti también te sugeriría
que cuando leas el Corán, escuches los Upanishads o la
Biblia, no seas hindú, cristiano o musulmán. El estar es suficiente. Serás capaz de penetrar más
hondo. Con conceptos, con dogmas, nunca
estás abierto. Una mente cerrada puede crear falsas
interpretaciones, pero nunca puede entender.
Por
eso yo no pertenezco a nada, y si respondo a este Upanishad es simplemente
porque me he enamorado de él. Este, uno de los más
breves Upanishads, el “Atma Puya”, es un fenómeno
poco común. Así que diré
algo sobre este raro Upanishads ya que he elegido hablar de él.
En
primer lugar, es el más breve; es como una semilla,
potente, preñada, conteniendo mucho. Cada palabra es una semilla con infinitas
posibilidades. Por eso puedes hacerte
eco de ella una y otra vez, infinitamente.
Y cuanto más medites sobre ellas, cuánto
más
les permitas que te penetren, te serán revelados nuevos
significados. Estas palabras-semilla
prueban que fueron halladas en profundo silencio. En realidad parece extraño,
pero es un hecho. Si tienes menos que
decir, dirás más. Si en verdad tienes algo que decir, puedes
decirlo en unas pocas líneas, unas pocas palabras;
incluso una sola palabra será suficiente. Cuanto menos tengas que decir, más
palabras tendrás que usar. Cuanto más tienes que decir, menos
palabras usas.
En
la actualidad los psicólogos saben que, de hecho, las
palabras no son utilizadas para decir algo, sino para esconderlo. Hablamos porque queremos esconder algo. Si quieres esconder algo no puedes permanecer
en silencio, porque tu cara puede que lo revele, tu silencio puede que lo
indique. El otro puede sospechar que estás
ocultando algo. Por eso una persona que
tiene algo que ocultar habla y habla sin parar.
Mediante las palabras puedes engañar; con el silencio no puedes
engañar.
Los
Upanishads verdaderamente tienen algo que decir, por eso lo expresan en forma
de semilla, en sutras, en aforismo. Este
Upanishad tiene sólo diecisiete sutras. Pueden ser escritos en media página. El Upanishad al completo puede ser escrito en
una postal. ¡En una sola cara! Pero contiene un mensaje muy poderoso, por
eso consideraremos cada palabra-semilla y trataremos de penetrar en ella,
trataremos de ser una respuesta viva a ella.
Puede que algo comience a vibrar en ti.
Y puede empezar porque esas palabras albergan un alto potencial,
contienen mucho. Si sus átomos
pudieran ser destruidos, se liberaría gran cantidad de energía. Mantente pues abierto, receptivo, con
profunda confianza, y deja que el Upanishad trabaje.
Entremos
ahora en el “Atma Puya”-Veneración del Yo- Upanishad”:
-AUM-
Meditación es la
constante contemplación de Eso
AUM; esta palabra, AUM, es muy
significativa, significativa como signo, como un símbolo,
como una clave secreta. Por eso vamos a
decodificarla primero.
AUM
tiene cinco mantras, cinco pasos. El
primer paso es A, el segundo es U, el tercero es M. Esos son los pasos obvios. Cuando pronunciamos AUM, A-U-M, son tres
palabras. Pero pronuncia AUM (largo), y
al final la M resuena. Mmm. Ese es medio
paso; el cuarto pasó. Tres son los pasos obvios y pueden ser oídos. El cuarto es medianamente obvio. Si eres muy consciente, sólo
entonces lo oyes, pues de otra forma se pierde.
El quinto nunca es oído. Cuando el sonido de AUM vibra y las
vibraciones inundan el vacío cósmico,
cuando el sonido ha desparecido y una ausencia de sonido permanece, ese es el
quinto. Pronuncias la palabra AUM, el
A-U-M se oye muy claramente; luego un prolongado sonido de “mmm” –medio paso- y
luego la ausencia de sonido. Ese es el
quinto. Esos cinco pasos son indicativos
de muchas cosas.
Primero,
los Upanishads saben que la consciencia humana tiene cinco escalones. Nosotros conocemos los tres más
obvios: la vigilia, el ensueño y el sueño. Esos son los obvios: A-U-M. Los Upanishads llaman al cuarto turiya. No lo mencionan porque no es obvio. El cuarto es aquel en el que uno también
es consciente del sueño profundo. Si estás sumido en un sueño
profundo, en un profundo sueño sin sueños,
si por la mañana puedes decir, “he
dormido muy, muy profundamente”, entonces es que hay alguien en ti que ha sido
consciente y recuerda, de alguna forma, que ha habido un sueño
muy profundo, un sueño sin ensueños. Pero el testigo estaba ahí.
Este
testigo es denominado el cuarto. Pero
los Upanishads dicen que el cuarto no es el último,
porque permanecer como testigo es estar aún separado. Por eso cuando el testigo también
se disuelve, si sólo resta la existencia, sin
testigo, ese es el quinto. Por eso AUM
es un signo de muchas cosas, muchas cosas; de los cinco cuerpos del
hombre. Los Upanishads los dividen en
anamaya, pranamaya, manomaya, vigyanamaya y anandamaya. Cinco capas, cinco cuerpos.
Este
AUM es una señal cósmica. Es sólo un signo, pero también
un símbolo. ¿Qué
quiero decir cuando digo símbolo? Cuando alguien se sumerge en lo profundo de
la Existencia, hasta las raíces, hasta las mismas raíces,
los pensamientos dejan de existir, el pensador deja de existir, la objetividad
deja de estar presente, la subjetividad ya no existe, pero aún,
todo es. En ese instante carente de
pensamientos, de ideas, se escucha un sonido.
Este sonido se asemeja a AUM; tan sólo se le parece. No es AUM; por eso es un símbolo. No podemos reproducirlo. Esta es la mejor aproximación. Por eso es por lo que se ha relacionado con
muchos sonidos, pero siempre próximos al AUM.
Los
cristianos y los musulmanes lo han representado como AMEN. Ese sonido que se percibe cuando todo se ha
perdido y sólo un sonido vibra, que
recuerda a AUM. Puede parecerse a
AMEN. En castellano existen muchas
palabras así, como omnipresente,
omnisciente, omnipotente. Ese OMN es el
sonido. En realidad, omnisciente se
refiere a uno que ha visto el AUM, y AUM es un símbolo
para todo. Omnipotente significa alguien
que se ha hecho uno con AUM, porque ese es el potencial de todo el cosmos. Omnipresente indica uno que está
presente en el sonido AUM, y ese sonido lo abarca todo, lo desborda todo.
El
OMN es omnisciente, omnipresente y omnipotente; es AUM. AMEN es AUM.
Distintos buscadores, distintas personas, han percibido semejanzas
diversas, pero siempre se asemejan a AUM.
Este es un símbolo, un símbolo
del sonido universal. La ciencia moderna
postula la existencia de partículas eléctricas
como las unidades básicas de la Existencia, pero
los Upanishads postulan, no la existencia de partículas eléctricas
sino de partículas sonoras como base.
La
ciencia dice que el sonido es una modificación de las
vibraciones eléctricas, que el sonido en sí
no es otra cosa que electricidad. Los
Upanishads dicen que la electricidad no es otra cosa más
que modificaciones del sonido. Una cosa
es cierta: que de alguna forma la electricidad y el sonido son convertibles. ¿Cuál es la base? La ciencia dice que la electricidad es la
base, los Upanishads dicen que el sonido es la base. Y yo creo que esta diferencia se debe
sencillamente a diferentes aproximaciones.
Los Upanishads alcanzan la Realidad Suprema a través
del sonido, mediante mantras. Usan el
sonido para alcanzar la ausencia de sonidos.
Poco a poco, el sonido es abandonado, y, poco a poco, se alcanza el
estado de ausencia de sonidos. En último
término,
cuando alcanzan el fondo, oyen un sonido cósmico. No es un pensamiento, no es un sonido
creado. Es en la misma naturaleza de la
Existencia que resuena.
A
este sonido lo han llamado AUM. Dicen
que cuando pronunciamos AUM, eso es tan sólo una aproximación,
una copia muy lejana, muy distante. Este
no es el verdadero sonido, no es eso lo que descubrimos ahí,
porque es creado por nosotros. ¡Es
nuestra creación! Es como la foto de algo, sólo
una aproximación. Mi fotografía
simplemente se me parece; no soy yo.
Oí
de un pintor holandés, Van Gogh. Una sofisticada dama se encontró
con Van Gogh por la calle y le dijo: “Vi un autorretrato suyo y es
tan adorable y tan bello que le di un beso”.
Van Gogh le preguntó,
“y el cuadro, ¿contestó?”.
La señora
dijo, “¡No! ¿Cómo
va a contestar un cuadro?”
A lo que Van Gogh repuso, “Pues
entonces no era mío”.
Una
fotografía puede tener un parecido; no
es real. ¿Mmm? No hay nada malo en ello; es suficiente con
que se asemeje, pero uno no debería confundirla con la
realidad. Por eso AUM es sólo
un símbolo; un símbolo
de algo a lo que se parece, como una fotografía.
AUM
es también una clave secreta. Y cuando digo clave secreta, lo digo porque
se parece al sonido supremo; si puedes emplearlo y, poco a poco, hundirte en él,
llegarás a la última
puerta. Porque es parecida. Y se parecerá más
aún
si haces ciertas cosas con ella. Por
ejemplo, si pronuncias AUM te ves obligado a utilizar tus labios, tienes que
utilizar tu mecanismo corporal. Por
esto, perderá parte de su semejanza, porque
un mecanismo burdo ha de ser utilizado y lo distorsiona. Convierte a AUM en una cosa zafia. No emplees tus labios. Crea el sonido AUM dentro de ti sólo
mediante tu mente. No utilices tu
cuerpo. Así se
parecerá más,
porque ahora estará utilizando un medio más
sutil. Obtendrás
una fotografía más
exacta, más cercana a la realidad.
No
emplees ni siquiera la mente. Primero
emplea tu cuerpo, luego, déjalo. Después usa tu mente, crea el sonido
de AUM dentro de ti y luego deja de hacer incluso esto y abandona al sonido a sí
mismo. No hagas esfuerzo alguno: él
viene. Entonces se vuelve ajapa,
entonces ya no lo estás creando estás
sólo
en su fluir. Se vuelve aún
más
profundo y se vuelve más real aún. Puedes emplearlo como clave. Cuando se convierta en algo sin esfuerzo, cuando
no tenga que ver con tu cuerpo, ni con tu mente, sino cuando el sonido tan sólo
fluya en ti, entonces estás muy cerca.
En
este punto sólo una cosa tiene que ser
abandonada: el que está sintiendo este AUM. El “yo”, el ego que siente “este AUM
me está envolviendo”. Si te deshaces también
de esto, entonces ya no hay barreras, y la copia, la fotografía,
se funde con lo real, con el original.
Por eso es una clave secreta.
Este
AUM es milagroso. Es tan esencial para
los místicos como lo es la fórmula
de la relatividad de Einstein para los físicos. Esta fórmula son tres cosas a la vez:
un signo, un símbolo y una clave secreta. Y AUM es también tres
cosas. Pero básicamente
es una clave secreta. A menos que abras
las puertas, es del todo inútil que pienses sobre ella, es
fútil,
una pérdida de tiempo, de vida y de
energía. A menos que estés
dispuesto a abrir la puerta, ¿qué utilidad tiene el hablar de la
llave? Incluso si comprendes todas las
implicaciones, todas las implicaciones filosóficas,
no tiene objeto. Por eso AUM sierre es
puesto al comienzo y siempre es puesto al final. Los Upanishads siempre empiezan con AUM, y
siempre acaban con AUM. ¡Esta
es la llave!
Si
entras en una casa, lo primero que usas es la llave, y de nuevo, cuando sales,
lo último en ser utilizado es la
llave. Así que ¡Entra! ¡Usa la lleve! Pero si empiezas a contemplar la llave y
continúas sentado en la puerta,
entonces la llave no es una llave para ti, sino una barrera. ¡Tírala! Porque no abre nada. Más bien cierra, porque estás
constantemente pensando en la llave.
Uno
puede seguir pensando en la llave sin utilizarla. Hay muchos que han cavilado, pensado y
proyectado sobre lo que significa AUM.
Han creado estructuras, grandes estructuras sobre ella, pero nunca han empleado
la llave. Es un símbolo,
es un signo, pero básicamente es una llave
secreta. Puede ser utilizado como método
para penetrar en lo Cósmico, como método
para caer en lo Oceánico. Cuanto más sutil se vuelve, más
profundo, más se acerca a lo real; cuanto más
burdo, más se aleja.
“Meditación
es la constante contemplación de Eso”.
Este es el primer sutra. Vivimos en un mundo de tres dimensiones. Una dimensión es la
del “yo-ello”: el mundo de las cosas. Yo
y mi casa; yo y mi mobiliario, yo y mi riqueza: este es el ámbito
del “yo-ello”. Un mundo de cosas, de “ello”,
me rodea.
Después
hay otra dimensión, la del “yo-tú”: yo y mi amada, yo y mi amigo, yo y mi
familia. Un mundo de personas. Este es el segundo ámbito.
Luego viene un tercer campo, “yo-Eso”: yo y el universo. Los Upanishads dicen:
Meditación es la
constante contemplación de Eso.
Ni
de “ello”, ni de “tú”, sino de Eso. Eso significa el Todo. No es una cosa, no es una persona: es
Eso. Pero, ¿por qué
usamos Eso? Siempre que decimos Eso,
queremos expresar algo que trasciende, algo que está
más
allá, algo que no está
donde nosotros estamos, ni en nuestras relaciones con las cosas ni en nuestras
relaciones con las personas… Eso. Sin nombre alguno, porque si le das un
nombre, por ejemplo si le llamas Dios, se convierte en una relación
del tipo “yo-tú”. Si lo llamas “padre” o “madre” lo transportas a la segunda
dimensión. Si dices que no hay Dios, entonces vives en
un mundo unidimensional, “yo-ello”.
Eso
no es una cosa. Los teístas
están prestos a decir que no es una
cosa, pero dicen que es una persona. Los
Upanishads no se refieren a ello ni siquiera como persona, porque convertirlo
en una persona es limitarlo y volverlo persona es hacerlo finito. Simplemente utilizan la palabra Eso. Dicen, “Es todo, pero no podemos darle nombre
porque no tiene forma, ni límite. Es la Totalidad”. ¿Cómo
llamarlo? No lo llaman Dios, no lo
llaman Divino, no lo llaman Señor, no lo bautizan con nombre
alguno. No hay forma ni nombre. Simplemente utilizan la palabra Eso, y la
constante contemplación de Eso es meditación.
Si
puedes recordar Eso constantemente, entonces te hayas en meditación. Cuando estés con
gente, recuérdalo; cuando estés
con cosas, recuérdalo, acuérdate
de Eso. Estés
donde estés acuérdate
de Eso –el Todo. No
mires nunca lo limitado como lo limitado: mira siempre en la hondura y siente
lo ilimitado. No veas nunca la forma
como tal forma: mira en lo hondo y ve la ausencia de forma en ello. No contemples la cosa como tal cosa:
profundiza, siéntela, y Eso te será
revelado. No veas nunca a una persona
como encasillada en su personalidad.
Profundiza y percibe lo que va más allá,
el más allá
interior.
La
continua contemplación de Eso es meditación. Sin ritual, sin método,
sin técnica, simplemente contemplación
continua. Pero es arduo, porque uno
tiene que recordar continuamente, sin interrupciones, sin discontinuidad, sin
un solo instante de olvido. Una continúa
recordación, constante, sin cesar. Somos incapaces de recordarnos incluso
durante unos pocos segundos. Comienza
tan sólo a contar tu aliento y
recuerda cuántas inspiraciones eres capaz
de contabilizar mientras recuerdas continuamente, recordando constantemente el
proceso del respirar. El aliento que
entra y el aliento que sale. Recuerda y
cuenta. Cuentas hasta tres o cuatro, y
ya re has olvidado. Algo distinto entra
y ya te has olvidado. Y luego re
acuerdas, “¡Oh, estaba contando, he contado tan sólo hasta
tres y me he olvidado!”.
El
“recordar” es la cosa más difícil,
porque estamos dormidos. ¡Estamos
profundamente dormidos! Caminamos
dormidos, hablamos dormidos, nos movemos, vivimos, amamos, lo hacemos todo
estando dormidos, en un profundo sonambulismo.
Una hipnosis profunda y natural.
Por eso es por lo que hay tanta confusión y
tanto conflicto, tanta violencia y tanta guerra. Es realmente un milagro cómo
la raza humana ha sobrevivido. ¡Tan
dormidos, y aún así
nos las ingeniamos!
Pero
estamos dormidos. Nuestro comportamiento
no es un comportamiento al que podamos denominar alerta, atento,
consciente. No lo estamos. Ni por un solo instante podemos ser
conscientes de nosotros mismos. Pruébalo
y siente cuán profundamente dormido estás. Si no me puedo recordar durante un solo minuto,
durante sesenta segundos, ¡cuán dormido debo de estar!
Dos
o tres segundos y el sueño se hace presente y dejo de
estar ahí, ya me he ido. La consciencia ha sido abandonada, la
inconsciencia ha entrado. Surge una
densa oscuridad y, de nuevo, recuerdo que estaba intentando permanecer
consciente.
P.D.
Ouspensky estaba trabajando junto a Gurdjieff en este método
de “recuerdo de sí”. La primera vez que se encontró
con Gurdjieff le dijo, “¿Qué quiere decir con “recuerdo de
sí?”. Yo me acuerdo de mí
mismo. Soy P.D. Ouspensky”.
Gurdjieff
le dijo, “Cierra tus ojos y recuerda que eres P.D. Ouspensky, y cuando te
olvides, dímelo. ¡Se honesto!”
Pasaron
sólo
dos o tres segundos y Ouspensky abrió los ojos y dijo, “He empezado
a soñar. Olvidé que era P.D. Ouspensky. Lo he intentado tres o cuatro veces. Me he dicho a mí mismo, “Soy
P.D. Ouspensky, soy P.D. Ouspensky, soy P.D. Ouspensky”, y entonces un ensueño
se presentó y deje de ser consciente”.
A
lo que Gurdjieff replicó. “El que tú
sepas que eres P.D. Ouspensky, no es recuerdo de sí. En primer lugar no eres Ouspensky, y en
segundo lugar esto no es recordarse.
Cuando el recordarse se dé, tú
serás el primero en negar que eres
P.D. Ouspensky”.
Durante
tres meses Ouspensky lo intentó con toda su alma, a
fondo. Cuanto más
lo intentas más te das cuenta de lo duro que
es. Cuanto más
lo intentas más empiezas a sentir que “He
estado dormido toda mi vida”. Es una
consciencia mecánica la que poseemos. Podemos funcionar con ella, hacer lo
rutinario, pero nunca podemos profundizar. Durante tres meses, cuando lo intentó
e intentó y se hizo consciente, surgió
un nuevo pilar de consciencia. Cuando
pudo sentir y permanecer consciente de forma permanente, Gurdjieff le pidió
que fuera con él y saliera a la calle.
Y
Ouspensky dijo, “Por primera vez, en las calles de una gran ciudad,
me di cuenta de que todo el mundo está dormido, de que todo el mundo
se mueve en sueños. Pero yo había
circulado por las mismas calles y nunca había sido
consciente de ello. Y vi que todo el
mundo estaba dormido, sólo que con los ojos abiertos”. Se asustó tanto que tuvo que decirle a
su Maestro, “No puedo seguir, tengo que regresar. Todos están tan
dormidos que puede ocurrir cualquier cosa.
No puedo seguir”.
Siéntate
junto a la calle y mira los ojos de la gente moverse. Te darás cuenta de que todos están
encerrados en sí mismos. Nadie se da cuenta de lo que sucede a su
alrededor. Alguno habla consigo mismo,
algún otro mueve sus manos,
haciendo gestos, puede que esté sumergido en algún
sueño. Los labios se mueven, todos hablan por
dentro; nadie es consciente de lo que sucede a su alrededor. Todos se mueven como autómatas. Van a sus casas, no necesitan ni recordar
siquiera dónde están;
se mueven automáticamente.
Sus
piernas se mueven, sus manos dirigen la dirección de sus
automóviles, llegan a sus casas, pero
todo el proceso en sí es sólo
un sueño, una rutina mecánica. Los carriles están
ahí
y ellos lo único que hacen es circular por
esos carriles. Por eso es por lo que
siempre estamos temerosos de lo nuevo, porque entonces tenemos que crear nuevos
carriles. Estamos asustados de lo nuevo
porque con lo nuevo la rutina no funciona, y durante cierto tiempo debemos de
estar alerta. Estamos siempre
encajonados en nuestras fijas rutinas y estamos, en cierto modo, muertos. Una persona que duerme, en realidad está
muerta. No se puede decir que esté
viva.
Sólo
por unos instantes, por unos breves momentos en toda la vida, nos volvemos
conscientes, y esos momentos se dan o bien en profundos momentos de amor, que
son escasos… Sucede tan sólo
a unos pocos, a muy pocos. Y cuando
sucede, todos sienten que este hombre se ha vuelto loco, porque se vuelve
diferente por completo pues comienza a ver las cosas de un color distinto, con
una música diferente, con una luz
distinta. Empieza a mirar a su alrededor
y contempla un mundo diferente.
Desde
luego, para nosotros se ha vuelto loco, por tanto podemos perdonarle porque “está
loco”. Está
en “un sueño”. La realidad es al contrario: nosotros estamos
dormidos y por un breve instante él se ha vuelto consciente de
una realidad más profunda. Pero él está
solo, y esa consciencia no puede continuar porque es un suceso accidental.
No
la ha conseguido con su propio esfuerzo.
Simplemente ha sucedido. Es un
accidente. Volverá
a dormirse de nuevo y cuando se duerma sentirá que ha
sido traicionado por su amante o su amada, porque la magia del amor ya no está
presente. Esa magia llegó
porque él se hizo consciente de un
mundo distinto. En este mundo coexisten
mundos distintos. El se hizo consciente
y ahora está dormido otra vez, por eso
siente que ha sido traicionado.
Nadie
la ha traicionado. Todos los amantes
sienten que han sido traicionados. Únicamente
ha ocurrido que, en un repentino despertar, ha visto otro mundo, con una
belleza distinta, con diferentes sonidos, y ahora está
dormido de nuevo. Este vislumbre ha
desaparecido y ahora se siente traicionado. Nadie le ha traicionado. Tan sólo ocurrió
que, de repente, se hizo consciente.
Uno
se vuelve consciente o bien con el amor o bien con la muerte. Si de improviso caes en manos de la muerte,
te harás consciente. En accidentes repentinos, como un coche
dirigiéndose incontrolado a toda
velocidad colina abajo, te vuelves consciente, porque no hay futuro y el pasado
ha acabado. Sólo
el momento presente, este momento de deslizarse colina abajo, lo es todo. Ahora se abre una dimensión
distinta en el tiempo.
Estás
aquí y ahora por primera vez. Los sueños no son posibles porque no
hay futuro. No puedes pensar en el
futuro. El pasado se está
acabando. Entre esos dos tiempos, en
este instante, en esta calamidad, te vuelves consciente de que el amor y la
muerte son los únicos momentos en que nos
volvemos conscientes, pero ellos no están en nuestras manos. ¡No existen!
Por
eso cuando el Upanishad dice. “La constante contemplación
de Eso”, quiere decir que si puedes recordarte
continuamente, constantemente, en todo, en cada instante, sea lo que sea, es
Eso –dentro, fuera; si todo se vuelve un mero símbolo de
la recordación de Eso, toda la consciencia
explotará, el sueño
desaparecerá, es meditación.
Dos
cosas más. “Continuamente”
significa sin interrupción, sin un solo instante de
interrupción. Pero es difícil
porque entonces tu vida se volverá imposible. Si continuamente lo recuerdas, ¿cómo
podrás vivir, cómo
podrás moverte, cómo
podrás comer? Ese problema surge si empiezas a recordar su
nombre, si empiezas a recordar “Ram-Ram-Ram”, tu vida se volverá
imposible, porque o bien te acuerdas de “Ram” o funcionas en la calle.
Un
soldado fue traído ante mí,
un hombre muy sincero, alguien muy devoto.
Intentaba en todo momento recordar “Ram”. Alguien, algún gurú
le dijo que recordase “Ram” continuamente. ¡Llegó
a estar tan absorto en esta repetición que su vida exterior se hizo
del todo imposible, imposible! No podía
dormir porque tenía que acordarse de “Ram”. Si estás repitiendo “Ram-Ram-Ram”
por dentro, no puedes dormir. Esta
actividad constante no te lo permitirá. No podía salir a la calle porque si le
tocaban el claxon no era capaz de oírlo. Estaba envuelto en su propia repetición,
cerrado. Se volvió
insensible. Era un soldado, por eso su
capitán lo trajo a mí
y me dijo, “No es capaz ni de escuchar. Le digo, “¡A la izquierda! Y se queda quieto, mirando. Está ausente. ¿Qué le pasa?”.
El
capitán me dijo, “¡Se
ha vuelto algo imposible! Este hombre ha
de ser hospitalizado”. Le pregunté al soldado, “¿Qué
es lo que estás haciendo?”.
El
contestó, “Puedo decírselo
a usted, pero no a mi capitán. Mi gurú me ha dado un mantra para que
lo repita continuamente, por eso estoy repitiendo “Ram-Ram-Ram”. Y el repetir se ha hecho tan profundo –durante
tres años lo he estado repitiendo sin
cesar- que he perdido el sueño. No puedo percibir lo que sucede, no puedo oír
lo que sucede a mí alrededor. Se ha formado una gran barrera entre yo y el
mundo. Estoy encerrado en mi repetición
de “Ram”.
El
me preguntó, “¿Cómo puedo
hacer ambas cosas? Si tengo que estar
repitiéndolo constantemente, no puedo
hacer nada más. Dime que he de hacer. Y si hago algo más,
el repetir se interrumpe. Las pausas se
introducen”.
Esto
es lo que se quiere decir aquí. Por eso es por lo que los Upanishads no dan
ningún nombre, ni forma, sino que
simplemente dicen Eso. Es posible
recordar Eso continuamente, porque no has de recordar su nombre. Más bien has de sentir Eso en
todo lo que hagas. ¡En
el acarrear agua desde el pozo!
Un
monje zen, Bokuju, fue interpelado, “¿Qué es lo que haces continuamente?”. El
dijo, “No hago nada continuamente. Haga
lo que haga, lo hago totalmente. Cuando
acarreo agua del pozo, acarreo agua del pozo.
Cuando corto leña, corto leña. Cuando duermo, duermo”. El
que le interrogaba le preguntó, “Y así
pues, ¿qué es lo que haces?”.
Bokuju
dijo, “No hago nada. Cuando corto leña, El está
cortando la leña. Cuando acarreo agua, Él
está acarreando el agua. Y Él es el agua que está
siendo transportada, y Él es la madera que está
siendo cortada. ¡Ahora Él
es y yo no soy! Todo se ha vuelto un
venerar y todo se ha convertido en una meditación”.
Todo
este Upanishad se ocupa de cómo convertir tu vida en pura
veneración. Este Upanishads es absolutamente antiritualístico:
no es necesario ningún ritual, tan sólo
una actitud distinta. Recordar Eso al
hacer, al dejar de hacer, pero recordando Eso.
Y cuando digo “recordando Eso”, no es un recordarse mentalmente. No tienes que recordar. “De acuerdo, esta piedra es Eso”. Si recuerdas de esta forma, si recuerdas
“Esta piedra es Eso”, entonces eso no es recordar, porque todavía
existen los dos, esa piedra y Eso.
Cuando los Upanishads dicen, “constante contemplación
de Eso”, implica que la piedra debe desparecer. ¡Sólo ha de
quedar Eso! Esa es la comprensión
más
profunda; una comprensión constante.
Comienza
a sentir. No toques nada sin el
sentimiento de Eso; no ames a nadie sin sentir Eso; no te muevas, ni respires,
sin el sentimiento de Eso. No es que
tengas que imponer Eso a todo, tienes que descubrir Eso en todo. ¿Mmm?
La distinción ha de ser clara. No tienes que imponer Eso a todo. Puedes imponerlo, pero será
un truco. ¡Tienes que descubrirlo! Al ver una flor, puedes imponerlo y decir, “¡Oh,
esa flor es Eso!”.
No
impongas, no digas nada. Permanece en
silencio junto a la flor. Mírala,
mantente en profunda simpatía hacia ella, en una profunda
comunión con ella. Olvídate de ti. Sé una consciencia pasiva allí,
y la flor florecerá en Eso. El Eso será revelado.
Así
que, ¡sigue descubriendo Eso! Esto es lo que quiere decir “constante
contemplación”.
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